Una forma muy agradable de explicar y entender lo que significa la filosofía 2.0 en todas sus aplicaciones es esbozando la frase paradigmática que dice: "Si yo tengo una idea y tú tienes otra, al compartirlas, cada uno tendrá dos ideas".
Con la inversión (eufemismo del gasto -si se nos permite-) ocurre lo mismo, pero al revés; la situación paradójica es la contraria y contiene unos efectos perversos e, incluso, nos atreveríamos a decir que deshonestos. La sentencia puede ser algo así: "Si yo invierto en unos contenidos formativos y tú inviertes la misma cantidad en unos contenidos -completa o parcialmente iguales-, ambos nos habremos gastado el doble de dinero para tener la misma cosa". Si a esto le incluimos el condimento de empresa pública, cuando hablamos de dinero podemos añadir, sin tapujos, el apellido "nuestro".
Las opiniones son caprichosas, se posan indiscriminadamente y sin orden aparente sobre las cosas y las personas, pero todas son válidas. Lo único que se puede hacer es compartirlas o no. En este caso, nosotros compartimos y distribuimos la firme convicción (opinión dogmática e intensa) de que tenemos la obligación de estirar los fondos públicos en la medida de lo posible, unos gastando racionalmente y otros vendiendo con sentido, más que común, comunitario.
Supongamos que vamos a comprar un coche que nos servirá todos los días para ir al trabajo a desarrollar nuestra profesión, cumplir con nuestros objetivos, retos e ilusiones, profesionales, personales, sentimentales y sociales y, en el concesionario, el "vendedor experto en coches" nos dice ante nuestro asombro que no nos compliquemos, que conoce a un vecino nuestro que adquirió el mismo coche que nosotros pretendemos, que además trabaja en la misma dirección que nosotros y que, además, estaría encantado de compartir gastos con nosotros (de mantenimiento, de mejora de prestaciones del vehículo, etc.) ¿Qué pensaríamos de esta persona? En primer lugar, que tiene las horas contadas en el concesionario; en segundo lugar, sospecharíamos sobre sus intenciones; en tercer lugar, que tiene un compromiso medioambiental muy firme y, finalmente, que tiene sentido comunitario y sabe el significado del verbo "compartir".
Al cabo de un tiempo, después de haber fomentado nuestra relación de amistad con nuestro vecino, haber compartido un piso en Benidorm, pasarnos las claves de la wifi y comentarnos las mejores ofertas de pañales en centros comerciales y los horarios de los partidos de fútbol, nos surge una nueva afición en nuestras vidas, ya comunes con aquel vecino: montar en moto e ir al campo, ¿alguien tiene la menor duda de cuál será el lugar al que iremos a comprar las motos? Eso es lo que se puede llamar, desde el lado del proveedor de servicios, "hambre para hoy y pan para mañana".
El deambular por despachos de responsables de formación de Administraciones Públicas (y también privadas) de toda España y parte del extranjero, te da una perspectiva muy certera del estado del arte de la formación e-learning en nuestro país. Rescato 3 ideas clave: una es que no hay dos sitios donde se hagan las cosas de la misma forma; otra, que en todas las comunidades hay serios problemas presupuestarios y, por último, que en todos sitios se hace lo mismo... curioso, ¿verdad?
De manera natural, siempre -pero especialmente en los tiempos tan complicados que corren- estamos obligados todos a fomentar la compartición de recursos y a obtener algo a cambio de cada una de nuestras acciones. La mejor venta es aquella en la que se consigue convencer al cliente de que no debe hacerla. Por ejemplo, ¿cuántos contenidos del Estatuto Básico del Empleado Público existirán desarrollados ad hoc? ¡Muchos! ¿Y cuántos Estatutos hay? Uno. No hay más preguntas y sí múltiples respuestas, cuestiones lingüísticas, semánticas, estéticas, etc.; algunas de ellas pueden y deben modificarse, pero no deben pagarse una segunda vez, hay que hacer las cosas bien, con rigor científico, con dinamismo y flexibilidad, usables y accesibles, pero no debemos repetirlas. Tenemos suficientes paredes que construir como para empeñarnos en enfoscar una y otra vez los mismos muros.
Contémonos las cosas que no sean secretas. Hay muchos más problemas que solucionar que solucionadores; vamos a racionalizar los costes y el alcance de las cosas y no vendamos dos coches iguales a vecinos con las mismas necesidades. Al final, sólo estamos ayudando a contaminar cada vez más el medio y no tendremos iniciativas como la de ir a montar en moto al campo, ni dinero que invertir en ello.
Felicidades compañero... un gran artículo
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